Después de un viaje de autodescubrimiento, reinvención y catarsis emocional con “Calle Liberación”, el trío madrileño Sexy Zebras regresa con “Bravo”, un álbum que es mucho más que un nuevo lanzamiento discográfico: es una declaración de principios, una celebración íntima y cruda de lo que son como banda, como hermanos, como entidad indivisible. Y México, país que ha sido testigo de su crecimiento y entrega en vivo, será nuevamente parte fundamental de este nuevo capítulo.
Antes de celebrar el momento de auge que atraviesan —con giras constantes, reconocimiento en medios y un público que no para de crecer— Sexy Zebras necesitaban celebrarse a sí mismos. Reconocerse en sus luces y sombras, en sus aciertos y heridas, en sus riffs encendidos y en sus silencios compartidos. Y solo una palabra podía encapsular todo eso: Bravo.
Un título que puede parecer simple, pero que condensa múltiples significados. “Bravo” es valentía, fiereza, osadía. Es un grito, una palmada en la espalda, una ovación interna. Y también es rabia, energía, cicatriz, lucha. Sexy Zebras retuercen ese concepto para hacerlo suyo y, en el proceso, lo resignifican. Este álbum no sigue modas ni se ajusta a expectativas externas. Es el resultado de una banda que ha aprendido a jugar su propio juego, sin concesiones.
A lo largo de los últimos meses, el trío ha ido desvelando algunas de las canciones que conforman el disco. Cada una con una carga emocional distinta, pero todas atravesadas por una misma urgencia: la de vivir, sentir y decir sin filtros. En “Días de mierda” abrazan el romanticismo desde la distorsión y la melancolía eléctrica. En “Mañana no existe”, invitan a vivir el presente con una intensidad casi filosófica. “Bravo”, la canción que da nombre al disco, lanza una crítica social afilada y sarcástica, un acto de unidad entre iguales. “Marisol” canta al amor que permanece después del final, mientras que “Pogo” es un himno colectivo, una celebración del caos y la comunidad que se crea en el centro de un moshpit.
Pero “Bravo” va mucho más allá. Hay espacio para la introspección en piezas como “333” o la épica “El Silencio”, donde la banda baja el volumen para aumentar el peso emocional. En “C’est la vie”, canalizan la energía del rock alternativo noventero, mientras que “Flores a la guerra” se atreve con un acercamiento al country-rock desde una perspectiva casi punk. “Caracol” explora sonidos fronterizos en clave tex-mex, y “Vivito y coleando” se mueve entre cadencias que recuerdan tanto a The Clash como a The Police.
Este álbum reafirma todo lo que hace de Sexy Zebras una banda imprescindible del panorama hispano: su potencia como power trío, su intensidad en vivo, su habilidad para mezclar crudeza emocional con un sonido afilado y honesto. “Bravo” rinde tributo a sus raíces musicales, guiñando el ojo a referentes del rock español como Loquillo, Extremoduro, Duncan Dhu, Los Ronaldos, Rufus T. Firefly o Los Piratas. Pero también se permite jugar, experimentar, ir más allá de lo que ya habían explorado.