Juan Campodónico y Jorge Drexler exploran las ansiedades contemporáneas en “La Duda”

El nuevo videoclip ya se encuentra disponible en el canal de YouTube del artista. “La Duda” forma parte del más reciente álbum de Campodónico “Todo esto tampoco soy yo

“La duda”, incluida en el disco Todo esto tampoco soy yo, condensa de manera precisa el juego de espejos que propone Juan Campodónico. Allí aparece Jorge Drexler en un registro inusual: se disuelve en una otredad inesperada, canta desde la voz de una mujer, se presta al desdoblamiento de género y de perspectiva, escribe desde un personaje femenino para hablar de las urgencias contemporáneas. La canción vibra como una crónica íntima de los apuros modernos: las velocidades, las histerias, las dudas que se multiplican en el aire que respiramos. Drexler presta su caligrafía y su voz para sostener esa “otredad alternativa” que ilumina la propuesta del disco: no se trata de cantar por uno mismo, sino de habitar voces ajenas para decir lo que nos excede.

Dirigido por Lucía Garibaldi -la realizadora uruguaya premiada en Sundance-, el video amplifica la tensión de la canción con una estética cinematográfica y cámara lenta. Entre gestos mínimos y ansiedad contenida, los personajes evocan los cuerpos espásticos de Robert Longo, atrapados entre el control y la descarga, en una escalada hacia una redención que parece no llegar nunca. Garibaldi convierte la duda en imagen: un movimiento suspendido, una respiración al borde del estallido.

Todo eso sucede sobre un suelo musical que no se limita a acompañar, sino que arde como un campo de tensiones. La mezcla es pura ponzoña: funk carioca y candombe se cruzan en un mismo cauce, produciendo una vibración que ataca tanto las caderas como el hipotálamo. El pulso es físico, eléctrico, casi hipnótico. La batería y las percusiones trazan un mapa de síncopas donde lo rítmico nunca se entrega dócilmente, sino que va y viene, se adelanta y se repliega, obligando al cuerpo a moverse, aunque la mente aún no haya tomado la decisión.

Y en medio de ese engranaje, la sección de vientos aparece como una bandada en pleno vuelo: se abre paso desde el horizonte, toma aire, se despliega en capas y parece levantar la canción entera por encima del suelo. Son ráfagas que expanden el ritmo hacia otra dimensión, que inflan el cuerpo de la canción como un pulmón a punto de estallar. Esa alquimia entre géneros produce un efecto doble: por un lado, el goce inmediato de lo bailable; por el otro, la sensación de estar frente a una arquitectura sonora precisa y total, como si Campodónico tuviera la capacidad de juntar en un solo gesto los lenguajes de distintas épocas. Con el transcurrir de un humanista sonoro que construye con la misma naturalidad con la que otros respiran.