A principios de los años ochenta, en la Plana de Vic, una serie de circunstancias se alinearon para que una pequeña comarca de interior, con un importante dominio del mundo rural y la moral católica, acabara convirtiéndose en un epicentro clave de la modernidad catalana.

Es probable que la herencia contracultural de la generación anterior y la aparición de ciertos bares convertidos en centros de propagación de las nuevas músicas y culturas alternativas fueran sus principales culpables. Poco a poco, fueron emergiendo del interior de estos locales diferentes iniciativas y ocurrencias, algunas más acertadas que otras. También, se crearon diversas formaciones musicales, la mayoría de ellas influidas por la new wave británica, como por ejemplo Perdidos en el Espacio, Kul de Mandril, Hidraulics Mai Tips o Avikultores Modernos.

Poco tiempo después, algunos miembros de estas bandas acabarían convertidos en los protagonistas de la primera línea de la música popular española de los siguientes años al integrarse en formaciones como Loquillo y los Trogloditas, El Último de la Fila o Brighton 64, y otros acabarían transformándose, unos años más tarde, en los artífices del festival Sónar, referente mundial de la música de vanguardia. Todo esto ocurrió en el mismo espacio-tiempo en el que un servidor gozaba de una infancia rodeada de granjas, fábricas textiles, campos de patatas y motos de trial, pero también de pelo crepados, verbenas de verano con conciertos de rock, zapatos creepers con calcetines rosas y cintas de k7 con las canciones de todas estas refrescantes bandas juveniles, que en menor o mayor medida, inconscientemente, impregnaban mi vida y la de otros muchos adolescentes de color, curiosidad e irreverencia. Me resulta imposible imaginar cómo hubiera sido mi destino en otro contexto ambiental donde la música y esta pequeña o gran revolución contracultural no hubiera formado parte de una forma tan esencial del día a día de aquella nublada zona industrial de la Cataluña profunda.

De esas rudimentarias grabaciones, seguramente, las que más sonaron en mi radiocasete fueron las de 120 mv y Con el rabo entre las piernas, los dos Lp’s de Avikultores Modernos. Dos trabajos que, pese a las deficientes producciones de la época, siguen transmitiendo una magia especial fruto de las peculiaridades de unos músicos que suplían las carencias técnicas con una desbordante imaginación y una fuerte personalidad interpretativa. Hoy, todavía me sigue fascinando la contundente y eficiente base rítmica que formaban Tino Peralbo y Marcel “Xena” Carrera, al igual que los creativos y fantasiosos juegos de guitarras entre el desaparecido Tomàs Busoms y el poco reconocido e inmenso guitarrista Ernest Barniol. Obviamente, a todo esto, deberíamos sumar el carisma de Joan Serrarols, cantante y responsable de unos textos que abordaban de una forma inteligente y elegante temáticas políticas, escapadas nocturnas con diversos y variados encuentros sexuales y las contradicciones o dificultades de quien vive fuera de las grandes urbes, incuestionablemente el principal obstáculo para que su suerte no se convirtiera en la misma que la de otros grupos coetáneos no tan lejanos estéticamente como La Mode o los primeros Radio Futura.

Ahora, prácticamente cuarenta años después de su formación, hemos remasterizado y recopilado algunas de las canciones más emblemáticas de su repertorio en un precioso vinilo transparente de edición limitada. Este disco es un pequeño tesoro para todos los interesados en descubrir extrañas joyas musicales de décadas pasadas. Es un acto de justicia y un merecido homenaje a esa especie de héroes de proximidad que para mí fueron los integrantes de Avikultores Modernos.