La banda de Mataderos se aleja de su sonido clásico. Psicodelia y romper con la zona de confort, un paso con gusto a mitad de un camino.
La Renga lanzó su décimo disco de estudio. Alejado de La Red, y un tanto alejado de La Renga. Si en Pesados Vestigios (2014) el trío de Mataderos se había acercado a sus mejores tiempos, plasmados a mediados de los noventa, para este nuevo trabajo la banda da rienda suelta a la exploración. Podemos ver algunos guiños a su malogrado Algún Rayo (2010), algunos otros a una nueva etapa psicodélica. Treinta años de carrera le dan la espalda para dar estos pasos, aunque a veces los resultados no sean grandilocuentes. Esa es la sensación que dejan los nueve temas que componen este disco. Un paso hacia nuevos rumbos que no terminan de definirse. Sea por impericia, por algunos defectos de sonido o por un proceso que no terminó de madurar, Alejado de La Red deja un sinsabor híbrido entre el poder de esos riff multitudinarios y la apuesta a un sonido nuevo. Aclaro que celebro el paso, que puede revalidarse en el futuro, como un empate de visitante antes de ganar de local.
Alejado de La Red salió a la venta el pasado 4 de febrero. La realidad es que ya conocíamos gran parte de su contenido. Siete de las nueve canciones fueron lanzadas espaciadamente entre octubre de 2019 y junio de 2021. La Renga se acomoda, desde su lugar del mirador, a los tiempos que corren. Sencillos, videoclips, formatos renovados (el disco no salió en CD, sino en vinilo y pendrive, lo vintage y lo moderno en un 2×1 acertado). La independencia sigue siendo su bandera, el rock también, obvio. Esa independencia les permite probar, errar, volver a intentar, acertar. Asumir esos riesgos también es parte del camino que desandaron estas tres décadas de vida en la música nacional.
El álbum fue grabado y mezclado por Matías Goncalves en el estudio que la banda tiene en Ezeiza, el mastering quedó a cargo de John Davis, en los Metrópolis Studios de Londres. Un recorrido que duró más de lo esperado, una pandemia en el medio que no termina de partir, y un disco que llega como la imagen de una etapa de ¿cambio? para uno de los pilares del rock argentino.
Ahora nos toca a nosotros recorrer Alejado de La Red. Un camino del que ya conocemos casi todas las paradas, pero que ahora podemos observar de forma completa. El arranque es del más viejo de sus lanzamientos. “Parece un Caso Perdido”. Llegó con doblete a poco de las elecciones presidenciales de 2019. La Renga volvía al ruedo con un tema que obedece a las vísceras más conocidas del trío. Poguero, radial, pegadizo y a los palos. El bajo de “Tete” al frente como nunca antes, una letra que terminó siendo profética “Y el mundo está enloquecido/ ¿No ves?/ Parece un caso perdido”. Lo que conocemos y nos gusta, penal fuerte al medio.
No terminamos de acomodarnos para escuchar otro clásico disco de La Renga que el timón pega un sacudón y llega “Buena Pipa”. Chizzo empieza a mostrar los rumbos lisérgicos que va a dar a su guitarra durante el álbum. La letra parece apuntar a una clase política que se aleja cada vez más de sus bases sociales. Acá se encuentra uno de los puntos más flojos. En el balance, las letras están muy por debajo del nivel poético de calle que Chizzo supo lograr en otros tramos de su carrera. Difícilmente haya apartados para destacar de las líricas que nos deja Alejado de la Red, salvo excepciones. Sigue “Flecha en la Clave”. Llegó con el 2020, deseándonos buena suerte para lo que se venía ¡Que necesaria que fue para los dos años que pasaron desde su estreno! El bajo nuevamente al frente, un protagonismo inédito en el sonido de cada canción. El tema es un híbrido entre la esencia renga conocida, los trazos de psicodelia y una mezcla que no termina de sonar con la potencia esperada. Esta tercera placa la salva una entrada excelente de las Cucarachas de Bronce. Los vientos de La Renga le dan una personalidad de estadio que probablemente la posicione entre las preferidas de la nueva gira de presentación.
El cuarto capítulo de este camino es, a cuenta de quien escribe, el más flojo de todos. “Elefantes Pogueando” llega como un tema autorreferencial, destinado a Los Mismos de Siempre, como supo ser “La Furia de la Bestia Rock”, en Algún Rayo. A veces el fan service sale mal. Sonoramente no tiene nada destacable. Si hablamos de la letra, forzada. Sería una gran canción de un grupo de adolescentes en el secundario. No está a la altura de un grupo con tres décadas de trayectoria. Por suerte lo sigue “Llegó la Hora”, uno de los puntos más altos de esta nueva entrega. Del doblete inicial, con un destinatario político clarísimo: díganle Macri, díganle neoliberalismo, díganle la derecha. Llegaba la hora de poner fin a cuatro años de vaciamiento y La Renga se paraba poniendo su garra al servicio de lo que los iba a destruir. Metalero, con Tanque despedazando paredes con un doble pedal que llega desde sus raíces en Nepal. Chizzo volviendo a un riff endiablado e hipnótico, Tete aportando una aplastante línea de bajo que da al tema una sensación de potencia que a otras etapas del disco le faltan.
Acá una sorpresa. Debo confesar que escuchar “En Bicicleta” acompañado de su videoclip me paró de forma muy escéptica frente al tema. Este nuevo encuentro con una de las canciones más disruptivas del álbum fue mucho más positivo. Dejando de lado la lírica, a modo de homenaje al recuperado Albert Hoffman, el sonido de esta canción es muy interesante. La línea de bajo es pesada, densa, casi sabbathesca. Chizzo opta por algunos efectos de voz que, si bien no parecen haber llegado al destino deseado, son un paso a seguir. Manu Varela aporta unos sonidos bastante arriesgados innovando en un sintetizador Korg Monologue que visten de forma renovada la propuesta de la banda de Mataderos. Pulgar para arriba.
“El que me lleva” es uno de los temas que más cuesta definir. Otro punto flojo desde lo lírico. Otra apuesta desde lo sonoro. La sensación que da es de una canción que no termina de arrancar. Podemos destacar el trabajo del bajo, mirar con extrañeza otra experimentación en la entonación de Chizzo, y cuando parece que vamos a explotar con el estribillo, vuelve a parar. Los juegos psicodélicos de las violas no aportan a un in crescendo que, al menos de este lado de la escucha, se esperaba. Le sigue “Para que yo pueda ver”. Punto lírico arriba, los versos tienen una potencia poética conmovedora. “Cuando cruces por el río aquel/ No verás agua, sino sangre fluyendo/ Nunca callarán la voz que a la verdad/ La fue a rescatar del miedo”. La pared de bajo y batería le da un ritmo frenético para que Chizzo vuelva a jugar con punteos lisérgicos. Siempre da la sensación de que hay algo en la grabación o en la mezcla que se quedó trunco.
Terminamos con el tema que da nombre al disco. Otra apuesta sonora. Lejos del sonido de estadios, el trío apuesta por una canción densa y monolítica. Apoyada en un Tete Iglesias que se termina de posicionar como uno de los puntos más altos del álbum. Chizzo experimenta con una intro gutural que parece llegar de las entrañas de la tierra para recordarnos que no debemos perder la fe, que nos alejemos un poco del laberinto digital que nos encierra en estos días de virtualidad e híper conectividad. La sensación que deja es de un paso adelante hacía algo nuevo, positiva como apuesta. Pero que por motivos diversos no está aún definida.
Nueve canciones. Romper con la zona de confort. Esa parece haber sido la premisa para este décimo disco de una de las bandas más populares de nuestro país. El gusto que deja el final es muy parecido al arte de tapa. Un montón de cosas metidas en 33:25 de música. Intenciones artísticas variadas que necesitan una victoria de local para revalidarse ¿Será cuando finalmente este disco llegue a los shows en vivo? No da la sensación de un trabajo de estadios, sino más bien de una apuesta de estudio. Como un ferviente seguidor de la banda de Mataderos, celebró lo que experimentó en Alejado de la Red. Aun así, el resultado no está a la altura de sus mejores entregas. Habrá que esperar, dejarlo madurar, que Los Mismos de Siempre hagan de este disco parte de la historia del grupo. Igual, alegra siempre verlos en el frente.